CÓMO EVITAR LA GUERRA EN EL DIVORCIO
Hasta hace 40 años había en nuestro país una sola manera de divorciarse, que era a través de un pleito en donde se tenía que demostrar que la otra parte había incurrido en alguna de las llamadas “causales de divorcio”. Estas causales son: adulterio, injurias graves, abandono del hogar, atentar contra la vida del otro o instigarlo a cometer delitos,
Este tipo de juicios eran muy prolongados y desgarradores, porque las personas que habían presenciado estos actos eran familiares o amigos a los que se les pedía que cuenten estas intimidades en el juzgado.
Esta manera de divorciarse era una verdadera guerra de acusaciones en la que había que escarbar secretos del otro o la otra y pedir complicidades a amigos y parientes para que presten colaboración. Se generaba una situación donde la necesidad de cumplir los requisitos de la ley para poder divorciarse permitía que aflorara el afán de venganza entre los cónyuges, que se pretendía satisfacer mostrando la basura humana que era el otro. Pero como el cónyuge a quien se acusaba de tales hechos no se quedaba sin hacer nada sino que se defendía, también descargaba su arsenal de acusaciones intentando probar que la basura humana era el otro. Esta mortificación que cada cónyuge sufría se trasladaba, de manera inevitable, a los hijos, más allá del consejo que los abogados daban a sus clientes de que a los hijos no les hablen mal del otro.
Hasta hace 40 años ésta era la única manera de obtener una setencia de divorcio. Pero tan en contra del divorcio estaba la ley que, aun obteniendo la sentencia después de haber sometido a los conyuges a esta situación inhumana, no los autorizaba a casarse nuevamente.
En 1968 se dictó la ley 17.711 que estableció una modificación muy importante: para obtener el divorcio bastaba con que se pusieran de acuerdo ambos cónyuges y se lo pidieran al juez. Para que el juez los divorciara le tenían que contar los motivos por los cuales querían divorciarse, es decir, no tenían que probar nada y esto que le decían al juez quedaba en secreto, nadie, salvo el juez, se enteraba. Entonces si el juez consideraba que lo que le dijeron era muy grave, dictaba sentencia de divorcio.
Tampoco en este caso podían casarse nuevamente. En esto no hubo cambio respecto del sistema anterior, pero esta manera humanizó el proceso y ya los cónyuges no tenían que atacarse para obtener una separación legal. Fue un paso muy importante para aliviar la guerra.
En 1987, hubo un avance más al dictarse la ley 23.515 que estableció que, si habían transcurrido dos años de separación, cualquiera de los dos podía pedir el divorcio aunque el otro no quisiera. Además, trajo una racionalidad que hasta ese momento no había y es que autorizó que los divorciados pudieran casarse nuevamente, requiriendo para ello sólo un mayor plazo de separación o tiempo de casamiento.
Así, si bien hoy está vigente el divorcio en que se puede acusar a la otra parte y hacer una guerra cruel y dolorosa para toda la familia, está la opción de divorciarse de común acuerdo, y aun si alguno no quiere, el otro puede separarse y dejar transcurrir un tiempo para pedir el divorcio sin la firma del otro.
Para hacerlo no sólo debe tener paciencia, sino también prudencia y consultar a un abogado especializado en temas de familia para evitar errores y también, por supuesto, gastos inútiles y dolores al grupo familiar.