Consultor Jurídico Psicológico

Acerca del Aborto

a) La emoción y la razón

Como todo tema de alta conflictividad social y afectiva, es conveniente abordarlo desde sus causas o supuestos. Es decir, intentar comprenderlo como el efecto de multiples condicionamientos, que son los que nos brindarán sentidos que permitirán rectificar el impacto emocional que nos produce cuando debemos decir qué pensamos del aborto. Pretendo entonces que en ese decir, esté realmente el pensamiento con los grados de emoción que le correspondan, pero no la emoción desprovista de razón.

Y cuando digo emoción, no digo que ésta se exprese sin sutilezas ni argumentaciones eruditas y hasta muy elocuentes. Hay argumentación, pero la misma intenta fundamentar a favor de una posición ya tomada desde la emoción, o, más profundamente, desde lo instintivo originario, como hacemos los abogados cuando argumentamos a favor de nuestro cliente: todo el desarrollo tiende a justificar una posición que le favorezca, ya que no hacemos una elaboración tendiente a desentrañar lo más desinteresadamente posible la verdad de lo que estamos explicando.

b) Desde dónde abordaremos el tema

En este tema están comprometidas tres problemáticas desde las cuales intentaremos comprenderlo y adoptar una posición: 1) el de la vida y la muerte , dado que se trata de la interrupción voluntaria del comienzo de la vida de todas las personas. 2) el de la mujer , ya que el feto cuyo ciclo se interrumpe está implantado en su cuerpo; y 3) el de las clases sociales , porque las mujeres pertenecientes a sectores bajos o marginados de la población ponenen en riesgo su vida o su salud al abortar voluntariamente, por falta de medios económicos y culturales para llevarlo a cabo adecuadamente, riesgo que es mucho menor en las mujeres de sectores pudientes de la población.

De la exposición de estas problemáticas surgirán los motivos por los cuales consideramos que las mismas están comprometidas con el tema del aborto.

Tratremos a continuación las dos primeras problemáticas de manera conjunta, y más adelante traeré la tercera que convergerá con estas dos.

c) No matarás

La comunidad humana se funda en unas pocas prohibiciones, una de las cuales es la prohibición de matar.

Las normas de todas las sociedades que existen tienen establecida esta prohibición, que hoy se expresa en los principios religiosos, éticos, jurídicos y morales. Comprobamos así que todas las normas que regulan la vida de las personas establecen la prohibición de matar de manera positiva, es decir, mediante disposiciones expresas. Sin embargo, esta prohibición es anterior tanto a las costumbres y leyes actuales como a las religiones monoteistas que hoy rigen, ya que se remonta a los origenes mismos de nuestra condición humana.

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d) No yacerás con tu madre, hermanas e hijas

LEVY STRAUSS nos explica en sus diversas obras, que una diferencia fundamental entre nuestra especie y los demás animales, consiste en que existe entre nosotros una renuncia que hacen los machos de poseer sexualmente a ciertas hembras. En efecto, instala esta diferencia en lo que se denomina LA PROHIBICION DEL INCESTO. En virtud de esta prohibición se renuncia a la posesión de la madre, las hermanas y las hijas como objeto sexual. Esta renuncia permite obtener un doble beneficio: por un lado evita la guerra entre los machos de una familia por la posesión de las hembras de la propia familia. Por otro lado permite la alianza entre familias diferentes, ya que para satisfacer el instinto sexual se requiere que la hembra provenga de otra familia.

Nuestra animalidad es anterior a nuestra condición humana, en cuanto esa restricción instintiva debió haber acontecido en un determinado período de nuestra evolución como especie.

e) La prohibición del incesto

La PROHIBICION DEL INCESTO tiene una doble implicancia: por un lado la renuncia a ciertas hembras, y por otro lado la renuncia de los machos a luchar entre ellos por esas hembras. Pero el destinatario originario de la prohibición de luchar era el hijo respecto de su padre. Así, la prohibición que recae sobre el instinto de destrucción se limitaba a que no podía ser orientado contra el padre, el verdadero y primario rival del macho humano. Sobre la base de esta primitiva renuncia a asesinar al padre, se estableció en algún momento de nuestra evolución la renuncia a matar a cualquier humano, ya no sólo al padre, que se consolidó de manera universal con el advenimiento de las religiones monoteistas. Con esta evolución, ya la prohibición del incesto se llega a concebir, en nuestros días como NO YACERÁS CON TU MADRE, TUS HERMANAS NI TUS HIJAS y NO MATARAS.

f) Se le prohibe al macho humano

Si nos fijamos detenidamente en esta LEY, cuya emergencia y universalización es la condición necesaria de nuestra condición humana, vemos que estos límites están orientados hacia los instintos de los humanos machos. En efecto: la renuncia a ciertas hembras, como la renuncia a luchar por ellas contra el padre, está destinada a los hombres.

Nos podemos preguntar si esto obedecerá a que fueron hombres los que investigaron estos temas por lo cual, quizás contra su voluntad, no pudieron evitar formular una concepción machista de nuestros orígenes humanos, ya que el advenimiento a la condición humana dependería de una modificación instintiva del macho, donde las hembras aparecen más bien como objetos del intercambio.

Si nos quedamos en el impacto afectivo que esta constatación nos provoca, seguramente diríamos que de eso se trata con lo cual nos apartaríamos de estas enseñanzas por considerarlas viciadas de una tendenciocidad antifemenina..

Pero si adoptamos una actitud más desapasionada, o, digámoslo, más racional, de modo tal que podamos apartarnos de lo que sentimos e intentamos reflexionar sobre la verdad o falsedad de la LEY DE LA PROHIBICION DEL INCESTO a la luz de algunas otras investigaciones, podremos ampliar nuestra comprensión que nos permitiría aceptar estas conclusiones. Para ello debemos recurrir a la investigación de otros estudiosos que nos puedan ilustrar acerca del modo de ser no ya del humano, sino del animal en el que nuestra humanidad se instaló. ¿Por qué? Porque se trató de una renuncia instintiva y por ello, queremos averiguar cómo funcionaban estos instintos en su estado anterior al período en el que sobre ellos recayera la prohibición del incesto. ¿Para qué? Para saber cuál es nuestra tendencia instintiva animal, cuya presencia es ineludible que permanezca, aunque modificado en algunos de sus aspectos, el referido tanto a la elección de los objetos sexuales -madre, hijas, hermanas-, como a los objetos de su impulso de destrucción -originariamente el padre y luego todos los humanos-. Este instinto originario nos dirá más de nuestra actualidad que todos los argumentos que podamos esbozar prescindiendo de este conocimiento.

g) Nosotros los monos

Darwin -y con él la zoología contemporánea- opina que descendemos de los monos.

Los zoólogos más modernos nos explican que somos monos que hemos sufrido cambios que nos diferencian no sólo de nuestra animalidad originaria y de nuestros congéneres simios, sino del resto de los animales. Esta diferencia se sintetiza en nuestro carácter racional o, dicho en términos más amplios, por disponer de un lenguaje de tan alta complejidad, que hace de la facultad animal de pensar un recurso de una sutileza y dimensión inigualable, ya que con esta facultad nos hemos adaptado a las variaciones ambientales más extremas, como las eras glaciares y logramos transformar la naturaleza en función de nuestras necesidades y deseos. Esta modificación tan profunda y deliberada de la naturaleza y de nuestra propia naturaleza no la ha producido ningún otro animal, por inteligente que sea.

Desde esta óptica somos una mutación respecto de nuestra propia condición de monos o, para decirlo en palabras que podamos escuchar con más facilidad, de nuestra condición animal.

h) Venimos de los árboles

Pero no sólo hemos padecido la mutación de ser racionales o de manejar el lenguaje como un recurso privilegiado y único de nuestro pensamiento. Hemos pasado por diversas mutaciones hasta llegar a nuestra forma actual. El conocimiento de esos cambios es incipiente, pero hay una mutación que aconteció hace cientos de miles de años, del que nos habla el zoólogo Desmond Morris, que debo destacar porque sus efectos tienen una gran significación en nuestra conformación instintiva actual, que es el siguiente:

Si bien caminamos sobre nuestros pies y aprehendemos con nuestras manos, una simple y desinteresada mirada sobre nosotros mismos, nos muestra que nuestros piés pudieron haber cumplido otra función que la de sostener nuestra marcha, como es la de aprehender, como ocurre con nuestras manos. Nuestros piés son manos atrofiadas en su función de aprehender. Es decir, somos cuadrumanos mutados. Estos restos nos hablan de una historia de la que también nos habla el zoólogo antes mencionado, y es que, como casi todos los simios, nuestros ancestros habrían vivido en los árboles. En los árboles habríamos obtenido gran parte de nuestra alimentación y en sus ramas estábamos a salvo de los grandes predadores. En determinado momento de nuestra evolución, se abandonó el cobijo del árbol y nuestros ancestros pasaron a ser habitantes de la llanura. Presumiblemente habría ocurridio por la extinción o achicamiento de los bosques por factores naturales, como podrían ser las glaciaciones, o la desertificación de algunos territorios.

i) La llanura y sus peligros

Al pasar a la llanura los peligros que acecharon a nuestros ascendientes se habrían incrementado. Las grandes bestias carnívoras nos tenían como presas accesibles y esto requirió un cambio en la organización para cuidarnos de ellas. La posición bípeda, que en los árboles no era necesaria, adquirió gran importancia en esta nueva situación, ya que nos permitía visualizar desde el llano a nuestros predadores, y posiblemente éste haya sido uno de los factores que facilitó o determinó el cambio de cuadrumano a bípedo.

Esta nueva situación vital requirió una organización comunitaria que permitiera luchar contra bestias más fuertes que cada uno de los omínodos individualmente. Es razonable que ante animales más poderosos nuestros ancestros habrían preferido la huida al enfrentamiento. Pero ya no tenían la agilidad suficiente para treparse a los árboles por la falta del hábito de hacerlo, y por otro lado era necesario proteger a la prole que no tenía la facilidad del adulto para correr en el llano. Imaginemos un tigre o un leon al que hay que hacer frente sin las armas modernas. Una persona sola no podría, pero varias, con recursos elementales como lanzas o cuchillos de piedra, podría enfrentarlo con éxtio, aunque costara algunas bajas, pero la prole estaría salvada.

De la defensa se habrían encargado los machos, no sólo porque eran más fuertes que las hembras, sino también porque las hembras estarían cuidando a sus hijos ya que, como en el resto de los animales, los períodos de embarazos y nacimientos serían constantes, es decir, cada nueve meses o el tiempo equivalenete en esas lejanas épocas.

Este nuevo habitat con sus nuevas exigencias habrían provocado un cambio en la misma alimentación, ya que la organización para la defensa de las bestias habría potenciado en estos omínodos la capacidad de atacar a grandes animales para alimentarse de ellos, cuando antes los recursos alimentarios preferentes eran los frutos y hojas, que cada individuo tomaba de los árboles.

j) Orígenes del poder del macho y de su dominio sobre la hembra

El llano habría impuesto entonces una nueva organización social, donde los machos empezaron a jugar un rol central como defensores del grupo y proveedores de un recurso alimentario fundamental: la carne.

El lugar de la hembra era cuidar a sus cachorros, como vemos en general en las especies animales y también en los simios. El aspecto más importante para nuestra investigación es cuál era la relación entre los machos y entre éstos y las hembras.

La relación entre los machos y las hembras estaría muy determinada por la relación entre los machos. Para la defensa ante las agresiones de los predadores era necesaria la colaboración del grupo de machos, ya que las hembras estaban abocadas a la protección de su prole y, eventualmente, de la de otras hembras. Entre los machos existía la conducción de un jefe o líder, cuyo predominio sobre los restantes se basaba en su capacidad para imponerse por la fuerza a los otros machos al igual que ocurre entre los demás simios predominante terrestres, como los gorilas, chimpancés y papiones. El más fuerte entre los machos surgía de la lucha entre ellos. La enemistad o furia del lider hacía peligrar la permanencia en la comunidad y aun la vida de sus rivales, por lo cual los otros machos debían manifestar su sumisión y buscaban su amor mediante la adulación. Este macho era el jefe tanto en la defensa ante la agresión, sea de fieras o de simios rivales, como en la caza de las bestias de cuya carne se nutrían. Su liderazgo no surgía de su capacidad organizativa sino de su arrojo y fiereza, que era un modelo para los demás que lo veían como invencible y que en efecto lo era respecto de cada uno de los otros machos a los que individualmente podía vencer. Por ello su voluntad debía ser obedecida con lo que lograba la cohesión en la lucha.

Esta relación entre los machos era la que daba la posición de los machos ante las hembras. El macho poderoso era el que tenía privilegios sexuales con las hembras. Sea para ser el único macho que las podía poseer, sea que en ejercicio de este privilegio permitía que otros machos, adictos a su amor, pudieran tener relaciones sexuales con algunas de las hembras.

Entonces la lucha entre los machos, como práctica natural de la relación entre ellos, respondía a un doble propósito: el liderazgo en la lucha contra el exterior -defensa contra el enemigo y los predadores y caza de grandes bestias para proveerlas como alimento- y predominio sexual con las hembras de la manada.

La función social de las hembras era subordinada a la del macho de cuyo amparo dependía su vida y la de sus hijos.

Así, se daba en nuestros ancestros omínodos la lucha por la prevalencia sexual entre los machos de cuyo resultado surgía al mismo tiempo el predominio social en la realción con los demás machos.

Nos resulta de este modo comprensible que la prohibición de matar tenga como destinatario al macho porque era el que luchaba a muerte contra otros machos. También se entiende que la renuncia al instinto sexual esté también dirigida al macho, ya que luchaba y mataba a los otros machos por la posesión de las hembras que vivían con él, que eran las de su propia familia.

De este breve recorrido resulta que la tendencia a matar del macho humano y la subordinación a él de las hembras, proviene de nuestra raigambre animal. A nuestro animal se le impuso entonces la LEY DE LA PROHIBICION DEL INCESTO, para lograr el nivel humano.

k) ¿Cumplimos con la prohibición de matar?

Nos preguntamos si tuvo éxito la prohibición de matar.

Sólo de manera relativa.

No es frecuente que los hijos maten a los padres ni los padres a los hijos. Sus luchas siguen existiendo pero en niveles humanos en que la sangre se sustituye por rivalidades y competencias incruentas. Asimismo, en todas las comunidades se prohibe a sus habitantes matar y existe un poder del estado encargado de sancionar a quien lo hace.

Pero si en las familias y entre los habitantes individualmente ha tenido un notable éxito esta prohibición, a nivel de comunidad, como conjunto organizado, debemos confesar que ha fracasado. No se logró extirpar las guerras. Cada comunidad tiene que tener su medio de defensa bélica para hacer frente a todas las otras comunidades que son vistas como enemigos potenciales. No hemos logrado erradicar, con ello, la necesidad de asesinar al prójimo, transformado durante la guerra en el enemigo, cuyo asesinato por los soldados del propio bando transforma en héroes a quienes matan, en lugar de asesinos. Los que mandan a la guerra son las mayores autoridades de cada comunidad, los jefes de los estados, los conductores de las grandes corporaciones, los legisladores, y aun las mayores autoridades religiosas. Es decir que aquellos que no se supeditan a la prohibición son las mayores autoridades de las naciones para quienes el “no matrás” parece no regir y, como en los primitivos banquetes totemicos en que todos devoraban al animal totem asesinado, obligan a todos los miembros masculinos de la propia comunidad a empuñar el fusil asesino contra el prójimo. Es decir que la prohibición de matar rige para toda la población, menos para los jefes, sean políticos, religiosos o económicos, en lo que aun no nos diferenciamos tanto de nuestros abuelos los monos.

l) La revolución que el capitalismo produce en la subjetividad del hombre y de la mujer. La posibilidad de alterar el sometimiento de la mujer al varón consagrado en la Ley de la Prohibición del Incesto

Si la prohibición de matar aun no pudo ser acatada por toda la comunidad humana de occidente, la supeditación de la mujer al hombre aun sigue rigiendo, pero está intentando ser modificada.

¿En qué consiste este intento de modificar la subordinación de la mujer al hombre?

Veamos:

En las tres grandes religiones monoteistas de occidente el lugar de la mujer es la familia y el lugar del hombre es el medio social del cual obtiene los recursos para sostenerla a su mujer y a sus hijos.

Tanto la mujer como el hombre tienen restringida su sexualidad. El único sexo permitido es el destinado a tener hijos dentro del matrimonio. Toda relación extramatrimonial está prohibida. La familia se funda en el vínculo matrimonial cuya consagración no proviene de la autoridad humana sino de Dios. Es decir que es por la voluntad de Dios que se forma el matrimonio con las normas de exclusividad y restricción sexual que el mismo establece. Respecto de los monos la monogamia es un avance, porque el jefe no es ahora el único poseedor de las hembras, sino que todos los machos pueden poseer una hembra. Pero obviamente la subordinación de la mujer es igual a la de los monos: son una posesión masculina.

La posesión masculina de las hembras proveniente de nuestro origen instintivos se mantuvo en la Ley de la Prohibición del Incesto sin modificaciones, hasta que irrumpió el capítalismo.

El capitalismo, sin renegar de la fé, alteró la subjetividad humana de un modo radical, cuyas consecuencias aun se siguen produciendo.

En efecto, uno de los grandes recursos del capitalismo para modificar la manera primitiva de producir en el largo período feudal, fue el de los cambios en los medios de trabajo. Estos cambios permitieron la producción en serie y con ello se alteró el modo de intercambio que existía hasta ese momento, en que los siervos producían y se distribuían estos productos entre los mismos siervos, el Señor y la iglesia, en porcentajes fijos de acuerdo con las tradiciones. La producción en serie necesitaba del mercado en que se vendieran los productos y para que la venta pudiera hacerse era necesario que hubiera compradores con capacidad para celebrar contratos. El contrato sustituyó a la tradición feudal en el intercambio. Y el contrato requierió a individuos que tuvieran una voluntad propia para celebrarlo, es decir, intención, discernimiento y libertad, como establecen las legislaciones de occidente y por supuesto nuestro Código Civil.

Esta modificación fue un golpe a la autoridad del feudal, al clérigo y a Dios mismo, cuyas voluntades para pautar el consumo de las personas -es decir el contenido material de sus vidas- resultaba relegada. No es lo mismo la persona que decide por sí misma, que la que hace lo que otros deciden o lo que establece la tradición.

El invento de la imprenta consolidó este incipiente cambio en la producción, que al tiempo que enriqueció al individuo, alfabetizándolo, significó la pérdida de la exclusividad de la iglesia en la lectura y explicación de los textos.

Este fenómeno masivo amplió la subjetividad de las personas cuya conducta hasta ese momento estaba supeditada a dos fuerzas que los gobernaba: la tendencia de sus propios instintos y los frenos que a los mismos les ponían las autoridades, tanto civiles como religiosas. Ahora se sumó a estas dos fuerzas una tercera: la de su voluntad, cultivada por el intercambio a través del contrato y el aprendizaje escolar.

Este aspecto que analizamos se genera en un largo proceso de varios siglos que altera el orden vigente por otro, el actual, que aun se sigue conformando. El sistema feudal tenía un orden al que se supeditaban las personas que tenía la siguiente jerarquía: la autoridad mayor era Dios, cuya voluntad era la ley que regía la vida de todos. Los interpretes de su voluntad eran la iglesia a través de su autoridad mayor, a ella supeditada estaba la autoridad de los nobles que, a su vez imponían su voluntad a los siervos, que también estaban supeditados a la voluntad de la iglesia. Todo el circuito de legitimación de la autoridad a través de la voluntad que regía, era masculino. El último recipendiario de ese orden, el siervo, era el varón, no la mujer ni lo hijos, ya que dentro de la familia del siervo, a semejanza de la del feudal, esa jerarquía social se reproducía también por vía masculina, ya que el hombre era la cabeza a la que debían obedecer la mujer y sus hijos. Este esquema se rompe al rescatar al siervo de la necesidad de supeditarse a la voluntad tanto del señor como a la de Dios, al hacer los contratos y cultivarse en la lectura. La mujer y los niños continuaron con el mismo sistema de supeditación a la voluntad del cabeza de familia. El camino de la nueva subjetividad abarcaba sólo al varón, en cuanto la familia no sufrió modificación en su conformación patriarcal.

Esto no habría de durar.

En efecto: esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XX en que la condición de la mujer casada tuvo un cambio radical, como resultado también de los grandes avances del capitalismo. La expansión del nuevo sistema requería una constante ampliación del mercado ya que sus cambios tecnológicos se conviertieron en una constate. Cada revolución técnica aumentaba la cantidad de productos que se fabricaban y la variedad de los mismos. Esto requería nuevos mercados y que en cada mercado se intensificara el consumo. Así como el hombre fue arrojado de la placidez feudal para lanzarlo a consumir y trabajar, con la mujer ocurrió algo semejante. Las necesidades productivas requerían de una mujer que fuera consumidora y productora autónoma, no alguien dependiente de la voluntad de un amo, sea padre, marido o hijo. Las dos guerras mundiales potenciaron este proceso por la aceleración que las necesidades bélicas dieron a los cambios tecnológicos. Así, el último reducto patriarcal, la familia, resultó afectado por el nuevo sistema que requirió que la mujer, como también los niños, ingresen al mercado con la facultad de contratar y la cultura necesaria para que su voluntad sea un componente de su celebración.

Son los cambios de la familia lo que nos pueden develar los que ocurrieron en la subjetividad de la mujer ya que su único destino desde los origenes mismos de nuestra humanidad, que perpetuó el sistema vigente antes del capitalismo, era el de estar en una familia a las ordenes de algún varón, para asistirlo y reproducir.

ll) Reflejo en el Derecho de la caida de la familia patriarcal y de la liberación femenina.

Los que estudiamos derecho hemos sido testigos de este veloz proceso de cambio del lugar social de la mujer. En efecto: en el históricamente breve período transcurrido desde la sanción del Código Civil, en 1861, hasta nuestros días, la situación de la mujer casada pasó de ser una incapaz de hecho, cuyos bienes, tanto propios como gananciales debían ser administrados por su marido, conforme lo establecía el Código Civil y se mantuvo con la ley 2393, hasta el sistema actual en que tiene libre administración y disposición de los bienes propios y también de los gananciales que ella adquiera, con la restricción respecto de estos úiltimos del asentimiento conyugal, que también recae sobre el marido. Es decir, de ser una menor adulta sujeto a la tutela de su marido, pasó a ser un sujeto con capacidad plena de hecho y de derecho. También respecto de la tutela de sus hijos su situación cambió radicalmente: de no poder ejercer la patria potestad sino en los casos excepcionales que la ley preveía, pasó a tener el ejercicio de la misma compartido con el padre. Ya la mujer casada no debe seguir al marido donde éste fije su domicilio, sino que hoy son ambos los que pueden fijarlo.

Este aceleradísimo cambio en el derecho es concluyente: la condición de la mujer ha variado radicalmente. Ya no está sujeta a la potestad del varón sino que tiene una autonomía semejante a la de éste, compartiendo en ello las responsabilidades que originariamente recaian sobre el marido. Y este elemento es indiciario de la fuente del cambio. En efecto: el hombre ya no es el exclusivo proveedor familiar, dado que también la mujer está obligada al aporte alimentario en idéntica situación a la que se le exige al marido. Nuevamente el capitalismo, en su vertiginoso desarrollo y sus ínsitas necesidades de acumulación constante, empujó a la mujer a la autonomía familiar como consecuencia, y tal vez también como condición, de tener que mantenerla activamente en el centro del mercado y del consumo.

m) La autonomía de la voluntad de la mujer. La gran revolución sexual

Sin proponérselo el capitalismo invadió el último reducto de la autoridad masculina sobre la mujer. Ahora ella es también un sujeto cuya conducta está regida, no sólo por sus pasiones y los límites que el orden social establece, sino también por su voluntad autónoma. Hoy ella no está dispuesta a tener los hijos que Dios le mande. Su voluntad y las posibilidades económicas para mantener a sus hijos tienen más incidencia en su decisión de tenerlos, que los mandatos recibidos. Y esto fijó una nueva moral donde la mujer está autorizada a tener hijos sólo si los desea y en la medida que su grupo familiar, autónomo de su familia originaria, los pueda mantener.

La autonomía de la voluntad de la mujer llegó entonces a la decisión de tener hijos, aunque no se detuvo allí. La década del 60 del siglo XX fue testigo del gran cambio de la moral que transformó la subjetividad femenina hasta lugares no previstos.

La regulación de la sexualidad estuvo pautada en nuestra coivilización por el mandato del NO FORNICARÁS que aun rige en el decálogo mosaico. Esta prohibiición de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio regía formalmente para el hombre pero materialmente para la mujer. El varón tenía una legitimación social para mantener relaciones sexuales por el goce de las mismas, es decir, desprovistas de la finalidad reproductiva que tales relaciones conllevan. De ahí que la prostitución femenina, el oficio más antiguos de la humanidad, nunca dejara de existir con la mayor o menor tolerancia de los diversos regímenes de las comunidades de occidente. Y aún esta permisividad al varón de disfrutar del sexo llegó a ser reconocida jurídicamente en cercanos ejemplos como el Derecho de Pernada del que gozaba el Señor respecto de la mujer desposada por su siervo. La mujer en cambio estaba sujeta a los rígidos cánones de dicha moral sexual que no le daban alternativa: o llegaba virgen a su matrimonio, o era excluida del circuito social y familiar para cubrir la triste función de ser objeto de goce del varón: la prostitución.

Hoy a la mujer se le planteó una tercera alternativa: ni virgen, es decir animal sagrado reproductivo destinada al matrimonio, ni prostituta: hacer con su sexo lo que el varón le mostró que se podía hacer, que era disfrutar del mismo por el goce que depara y desprovisto del fin reproiductivo.

Dejó de haber, a partir de la gran revolución sexual de los años 60, una moral sexual para el hombre y otra para la mujer. La mujer quedó legitimada para tener relaciones sexuales por el goce de tenerlas. Y también aquí el capitalismo brindó su aporte, con la producción de mercancías anticonceptivas. Aunque existen vastos sectores que rechazan la libertad sexual de la mujer, hay ya dos generaciones que vienen practicando esta libertad, en base a cuya experiencia podemos, ya no interrogar sino afirmar, que la mujer tiene los mismos derechos a la libertad sexual que el hombre. La libertad sexual implica el respeto por la voluntad de la mujer respecto del uso de su cuerpo. En ésta inédita situación debemos inscribir el tema que nos convoca: el aborto, como también señalar la inmensa modificación que este cambio significa, que es la siguiente:

n) La libertad sexual de la mujer: el intento de marcar una diferencia en la ley que marcó nuestra diferencia

Dijimos que la prohibción de matar y la renuncia a ciertas mujeres es una Ley que inscribió en nuestro animal la condición humana. También dijimos que según esta regulación la hembra humana era el objeto de intercambio entre los varones cuyo dominio sobre ellas las dejaba en la misma situación que se encontraban nuestros antecesores, los monos de la llanura. Pués bien, esta emancipación sexual de la mujer modifica los términos de esta legislación, es decir, de la LEY DE LA PROHIBICION DEL INCESTO, tender a quitarlas de la tiranía del varón.

No es la primera vez que se intenta. Ya en la caida de Roma se liberalizaron los víunculos familiares y la mujer adquirió derechos, por lo menos a disolver el vínculo matrimonial. En el antiguo Egipto hubo un período en que la mujer tuvo una posición familiar dominante respecto del varón a partir del faraón Bok-en-rani, presumiblemente de la IV dianstía, hasta que el Código de Amasis, promulgado en el año 544 a.c., abolió este estatus femenino restituyendo la tiranía del varón (La Mujer en el Mundo Antiguo de R. Signorelli Marti, Ed. Dédalo, Buenos Aires, 1960). Hubo comunidades indígenas originarias del territorio de EEUU, que hoy residen en Canadá, en que la conducción tribal y familiar correspondía a la mujer.

Si no es nuevo el intento de la liberación de la mujer de la tutela del varón, sí es nueva la mundialización del intento actual ya que, por la pujanza del capitalismo, este cambio ético en la consideración sexual de la mujer, abarca todas las comunidades de nuestros planeta, aun aquellas que como las musulmanas tradicionales, mantienen incólume el sistema de sometimiento femenino a la mejor usansa nuestra durante la familia patriarcal.

Este cambio en la condición del sometimiento de la mujer impugna que la LEY DE LA PROHIBICIÓN DEL INCESTO sea un pacto en que la mujer está excluida como sujeto. La inclusión de la mujer al emanciparse del sometimiento al varón, no impugna los dos principios de la renuncia instintiva que esta ley establece. Por el contrario, es un aporte a la posibilidad de su realización en cuanto es verosímil pensar que si el varón, en lugar de ser el hijo de una esclava, como lo es casi hasta nuestros días, fuera el hijo de una mujer libre, es posible que el flagelo de la guerra como método para resolver las discordias entre los machos, pueda ser arrinconada y logre desaparecer. Y el aspecto de la Ley de la Prohibición del Incesto que estamos viendo, el de la prohibición de matar, nos lleva al abordaje de nuestro tema, el aborto, luego de haber aclarado algunos de los supuestos en que el mismo se inscribe.

ñ) El aborto y la prohibición de matar

El nacimiento orgánico de todo humano comienza con el embarazo de una mujer, por lo cual se considera por vastos sectores de nuestra población que practicar el aborto es atentar contra una vida humana y como está PROHIBIDO MATAR, esa actitud es considerada un crimen.

Considero que todo aquello que ayude al cumplimiento de la PROHIBICION DE MATAR debe ser apoyado para que nuestra condición humana se imponga a nuestro origen animal, en aquello en que, como nuestra tendencia animal al asesinato, nos hemos revelado por medio de la LEY DE LA PROHIBICION DEL INCESTO para ser, precisamente, humanos.

Ante la consideración de que el aborto practicado voluntariamente es un asesinato, nos inclinamos a evitar abortar. ¿Cómo hemos intentado evitarlo? Hasta ahora PROHIBIENDO abortar voluntariamente. Esta medida, sin embargo, se queda en la superficie del problema, no va a sus causas en cuanto no intenta ningún medio preventivo racional tendiente a evitar el supuesto del aborto voluntario, que es el embarazo involuntario. Con ello se contemplaría también los derechos de la mujer de tener relaciones sexuales desprovistas de su fin reproductivo.

o) El embarazo involuntario

La mujer que aborta por voluntad es que no quiso quedar embarazada. ¿Por qué quedó embarazada? Porque no se cuidó en la relación sexual que le provocó el embarazo. Entonces se trató de una mujer que tuvo el deseo de tener la relación sexual pero no tuvo el deseo de ser madre por medio de esa relación sexual.

Los motivos por los cuales se descuidó y quedó embarazada son muy variados: pudo desear inconscientemente tener un hijo, pudo no saber qué métodos anticonceptivos utilizar, puede tratarse de una problemática de las adolescentes de resolver la incógnita de si podrán o no tener un hijo, y la prueba de que sí pueden es el embarazo producido, puedo haber fallado en sus cálculos de fertilidad, pudo hasber fallado el método anbticonceptivo, etc.

Detrás de todas las causas opera un elemento común: hay un imperativo animal de que el acto sexual tiene por objeto el embarazo por lo cual la naturaleza lo promueve generando una tendencia instintiva que premia con una fuerte cuota de placer la realización de ese acto. La ley humana no ha modificado ese registro respecto de la mujer, aunque sí respecto del hombre, como antes vimos. La ley de la Prohibición del Incesto condenó a la mujer a ser un animal sagrado reproductor supeditada al dominio de algún o algunos hombres: padre, marido, hijo varón a cargo de la madre viuda. La revolución actual por la cual la mujer asume el deseo sexual como algo autónomo respecto del deseo de ser madre, es un conflicto que aun no está resuelto y que trae, como consecuencia, síntomas. Estos síntomas por los cuales queda embarazada en un acto sexual en el que ella no deseó embarazarse, está motivado en una gran medida por la culpa que siente al revelarse contra el mandato que le prohibe el goce sexual por el goce en sí, es decir, el que le impone que la relación sexual tiene por único objetivo el embarazo. Este mandato se transmite por medio de la familia, como también por la palabra de las Sagradas Escrituras. No es sencillo rebelarse contra imperativos morales que tienen miles de años como humanos y contra herencias instintivas que tienen millones de años como animales.

p) Cómo evitar el embarazo involuntario

¿Cómo se puede evitar el embarazo involuntario? Facilitando que la mujer se sienta más firme en sus derechos sexuales y que se libere del mandato que la somete a la voluntad del hombre. La liberación de la mujer es condición de que la maternidad deje de ser una obligación para que sea, como desde siempre lo fue en el hombre, un derecho. Esta situación, que aun no existe pero que hay una tendencia a que sí exista, es una condición indispensable para que se pueda evitar el embarazo involuntario, digamos, para que disminuya la culpa que pesa sobre la mujer al intentar disfrutar de su cuerpo. La mujer liberada tendrá derecho a la maternidad como tendrá derecho a una vida sexual que tenga por objeto el disfrute del acto desprovisto de todo fin reproductivo. En ese registro la mujer habrá conseguido equipararse al varón en el derecho a la sexualidad y el derecho a la reproducción.

Hoy la mujer está haciendo los primeros pasos en ese recorrido, todavía la contradicción entre el mandato atávico y su deseo sexual entran en colisión y produce, entre otros síntomas, los embarazos involuntarios.

q) El incumplimiento de la prohibición de matar

¿Qué hacer entonces con la situación actual en que hay embarazos involuntarios y que es previsible que los siga habiendo?

¿Tiene que poder abortar voluntariamente? En ese caso ¿Qué ocurre con la prohibición de matar?

Dijimos que todavía no hemos logrado cumplir esta prohibición a nivel de comunidad humana, en cuanto la guerra continúa vigente y que sus promotores, los grandes conductores de los estados, corporaciones económicas y religiosas, lejos de ser condenados por llevarnos a la guerra, son considerados héroes nacionales si logran ganarla, y traidores a la patria si la pierden, pero nunca, en ninguno de los dos casos, asesinos de lesa humanidad.

También dijimos que pudimos cumplir con la prohibición de matar a nivel de la sociedad civil y familiar, en cuanto los crímenes que pueden cometer las personas son sancionados en todas las legislaciones conocidas.

Pero hay una situación intermedia, que aquí debemos considerar, que es el de las muertes que ocurren a nivel comunitario y que se podrían evitar mediante acciones que se sabe cuáles son y que sin embargo la comunidad, o sus conductores, no las realizan.

Con este tama abordamos el tercer supuesto del aborto: el de las muertes que el aborto voluntario clandestino provoca entre las mujeres de escasos recursos económicos y culturales, es decir, de las clases sociales desposeidas.

r) La subjetividad del criminal

La comprensión actual de la prohibición de matar que brinda el Derecho, toma en cuenta la actitud del que mata contemplando la nueva subjetividad que surge con el capitalismo. En esta nueva subjetividad la voluntad es el motor de los actos de las personas por lo cual habrá de hacérselo responsable en la medida en que dicha voluntad participó en un acto criminal. Así, si esta voluntad participó teniendo la intención de realizar el acto se considera que cometió el asesinato con DOLO. Si no tuvo esa intención, pero tuvo la posibilidad de preverlo y no lo hizo por negligerncia o imprudencia, actuó con CULPA. Finalmente se considera que hubo DOLO EVENTUAL cuando se mata a otro sin la intención, pero se previó que la conducta que estaba realizando podía matar e igual se la siguió desplegando.

s) El aborto voluntario después del movimiento Hippie

Veamos la prohibición de matar referido al tema del aborto voluntario.

Con las primeras manifiestaciones masivas de la liberación sexual femenina, ocurrida en la década de 1960, cuyo exponente mundial fue el movimiento hippie, la mujer lanzó su consigna al mundo masculino: “Hago el amor, no la guerra”. Este movimiento era inclusivo del varón, de un varón nuevo que aceptara renunciar al imperativo instintivo de matar que pesa sobre el macho.

De este movimiento no participaron todas las mujeres, ya que vastos sectores femeninos siguieron sosteniendo los estandartes masculinos como continúa ocurriendo en nuestros días.

Este movimiento mundial de liberación sexual de la mujer aconteció en concordancia con la masificación de los nuevos productos anticonceptivos logrados con las técnicas y mercantilización de las grandes empresas capitalistas y sostuvo en sus consignas y en sus prácticas que las mujeres estuvieron legitimadas para una vida sexual plena, fuera del lazo matrimonial. Esto ocurrió en una parte del mundo: el occidental, pero no en todo occidente, sino en aquellos sectores de la población que tenían acceso al consumo de la cultura y de los productos económicos, constituidos por las clases medias y altas de la población. En estos sectores, desde entonces, se viene practicando esa libertad sexual por la cual es aceptado por ambos sexos, que la mujer tiene derecho al goce genital en el mismo nivel que lo tiene el varón.

Es también en estos sectores donde el aborto voluntario se viene practicando ante el embarazo involuntario. Inicialmente de manera clandestina y actualmente de manera legítima en aquellos paises en que está permitido y clandestinamente sólo en aquellos otros en que, como el nuestro, está prohibido.

No hay estadísticas del aborto voluntario clandestino, sino tan sólo de las muertes de las mujeres ocurridas por estos abortos.

Esta práctica del aborto voluntario es masiva en paises como el nuestro en que está penalizado, porque a partir de la revolución sexual de los años 60, goza de legitimación social y moral en vastos sectores de la comunidad, aun de los excluidos. Sin embargo no lo practican, aun en los paises en que está permitido, aquellos sectores de nuestra población femenina que se oponen a ello por motivos morales y religiosos.

Los abortos voluntarios que en nuestro país se realizan los sectores medios y altos, gozan de las condiciones higiénicas y de seguridad adecuadas, porque son practicadas por profesionales competentes a los que se les paga los aranceles adecuados. Entonces el problema del aborto voluntario no afecta tanto al sector de la población que tiene cultura y recursos económicos para evitar el embarazo involuntario o recurrir a un profesional para abortar en caso de embarzo involuntario.

t) El aborto voluntario en los sectores excluidos. Las muertes maternas evitables son un asesinato por dolo eventual de la sociedad

Pero hay otro sector de la población femenina, más numeroso que el anterior, que está más expuesto al embarazo involuntario: el pertenciente a los pobres. No tienen educación ni dinero para poder tomar las medidas que puedan evitar el embarazo. Viven hacinadas con sus hermanos varones y padres y padrastros. Son víctimas de violaciones y seducciones que las llevan al embarazo no deseado ni pensado. Quedan eternizadas en su pobreaza y deseperanza al estar condenadas a ser madres de numerosos hijos, por no poder prevenir el embarazo o abortar si involuntariamente quedan embarazadas.

Las pobres recurren a servicios de comadres y parteras osadas para abortar, cuando se atreven a hacerlo, y llenan las estadísticas de muertes por partos realizados con falta de asepsia y competencia profesional de quienes las intervienen. En su actual situación de carencia cultural y económica es muy difícil lograr que se puedan liberar y disfrutar de su sexualidad en las condiciones que fueron los ideales de los hippies en la década de 1960 y que hoy forma parte de nuestra subjetividad tanto masculina como femenina, pero en los sectores medios y altos de la población.

Tampoco lo logran plenamente las propias mujeres que lo aceptan y que provienen de las clases medias y altas, porque a ellas también los prejuicios y conflictos por los mandatos milenarios las perturban y no dejan de tener como síntoma quedar involuntariamente embarazadas.

Pero con las de sectores pobres se producen muertes por esta mala praxis a las que están condenadas por su pobreza y también por su ignorancia Las muertes de estas mujeres son muy numerosas y son evitables si hoy los hospitales públicos pudieran practicarles un aborto. Desde la responsabilidad social de la que todos participamos, son asesinatos. Asesinatos que debemos calificar, tomando en cuenta las condiciones subjetivas de la criminalidad de los hechos que lo motivan, en cuanto hay medidas que los pueden evitar, se conocen y no se toman, como de DOLO EVENTUAL.

¿Qué ocurre aquí con la prohibición de matar si son mujeres asesinadas por la sociedad, habiendo conciencia de que si se admite el aborto voluntario y difundiéndolo en todos los sectores de la población de manera masiva esas muertes no ocurrirían?

u) La prohibición de abortar en caso de violación

El cambio de la subjetividad que aconteció en el mundo se sostiene en que la voluntad de la persona, sea hombre o mujer, es un elemento indispensable para la validez de los actos y hechos en que esa persona participa.

¿Se refleja en nuestra ley penal este avance respecto del la posibilidad de abortar de la mujer?

El artículo 88 de nuestro Código Penal reprime con prisión a la mujer que aborta voluntariamente. Esta sanción se extiende también a la mujer violada, al no figurar entre las exclusiones de la sanción por aborto del artículo 86 del mismo código.

Esta condena no es menor pensada desde el respeto de la voluntad de la mujer. En efecto: si en el aborto voluntario que la ley sanciona interviene la voluntad de la mujer respecto del acto sexual, aunque no respecto del deseo de ser madre, en la viuolación todo se hace contra la voluntad de la mujer: el acto sexual fue contra su voluntad, el embarazo se produjo contra su voluntad, y el nacimiento del hijo al que la ley la obliga será también contra su voluntad.

Al obligarse a la mujer violada a tener el hijo se la pone en la misma situación que al animal inseminado artificialmente. En ambos casos sus cuerpos son los medios para que algo se genere. Y también en ambos casos, se prescinde de la voluntad de esos cuerpos.

En esta norma pervive nuestra concepción de que la mujer es un animal consagrado a la maternidad, cualquiera sea su voluntad y aun contra su voluntad. El debate religioso durante el siglo XVI en que se concluyó que la mujer tenía alma, no llegó aun a esta parte de nuestro derecho. Hoy el alma es su voluntad, que nuestro Derecho Civil consagra para la mujer en igualdad de condiciones con el varón. Pero en nuestro Derecho Penal aun pervive el mono que la condena a ser una posesión del macho, que es el que la controla y que nuestra Ley de la Prohibición del Incesto mantiene incólume.

v) Respetar la prohibición de matar y respetar a la mujer. Las medidas para el momento actual

Estamos de acuerdo en que debemos hacer lo posible para que la prohibición de matar se llegue a acatar de manera universal y que se deben modificar todas aquellas situaciones en que la misma no se respeta. Aspiramos a que no hayan guerras, a que no hayan condenas a muertes por delitos, por horrorosos que sean, a que no hayan muertes por pobreza, a que no hayan muertes, en fin, que se puedan evitar. Por lo tanto aspiramos también a que tampoco hayan abortos voluntarios.

Pero hasta que logremos nuestros ideales humanos ¿cómo actuar?

¿Debemos exigir la inmediata abolición de los ejércitos y de las policías?

Si lo hicéramos seríamos víctimas de los delincuentes y de las ambiciones de otros Estados y grupos económicos que se avalanzarían sobre nuestras riquezas, nuestro país y presumiblemente también sobre nuestras vidas. Entonces, una cosa es el ideal al que aspiramos y otra es la realidad en que están vigentes las causas por las cuales esos ideales aun no pudieron realizar. Ello sin perjuicio de valorar altamente las expresiones de una nueva conciencia social que brega por esta univresalización de la prohibición de matar y que se manifiesta de muchas maneras, desde marchas internacionales contra el sometimiento económico de los paises ricos contra los pobres, como los miles de mails para frenar muertes por apedreamiento de mujeres por infidelidad, que acontecieron recientemente en paises musulmanes, hasta la impugnación de conciencia por la cual hombres en edad de ir al ejército se niegan a hacerlo y aun son aceptadas estas motivaciones para desobligarlos de este “servicio a la patria”.

El trabajo consiste en modificar las causas que hoy nos restan humanidad. Mientras tanto tenemos que resolver la situación real actual que no es la ideal que pregonamos.

Nuestro ideal de que no hayan embarazos involuntarios para que no se poduzcan abortos voluntarios, se tendrá que dar en un futuro en que la mujer de cualquier clase social esté liberada de las culpas y prohibiciones que pesan sobre su sexualidad provenientes de nuestro origen animal y su confirmación en la Ley de la Prohibición del Incesto. Hasta que podamos lograr nuestro ideal se tiene que admitir que haya aborto voluntario. Pero con una limitación que nos brinda la naturaleza y el avance de las ciencias médicas. El aborto voluntario debiera admitirse durante el período en que el embrión sólo puede sobrevivir en el cuerpo de la madre. Hasta ese momento la decisión de abortar pertenece a la madre porque es ella la única autorizada a decidir sobre su cuerpo. Pero cuando ese embrión puede tener una vida autónoma del cuerpo que lo cobija, es decir, puede salir de él por medios propios o médicos en que se apliquen las técnicas del momento, ese feto ya es una persona y no puede ser expulsado por medio del aborto voluntario.

Esta solución está en consonancia con la que adoptó nuestro gran legislador Dalmacio Vélez Sarfield, que cuando legisló sobre las herencias estableció en el art. 3290 del Código Civil que si al fallecer una persona hubiera dejado una mujer embarazada, ese embrión sólo hereda al fallecido si nace con vida. Es decir que si nace muerto se considera que nunca fue persona, ya que si lo hubiera sido heredaría.

Así como el embrión que no nace vivo no fue nunca persona humana, que establece el Código Civil, nosotros decimos que el embrión es persona recién al poder irrumpir a la vida exterior al vientre materno por los medios con que cuente la época y lugar de los hechos, y hasta ese momento ese embrión es parte inalienable del cuerpo de esa mujer que puede decidir abortar.

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